martes, 6 de septiembre de 2016

'Archie meets Glee': cuando los arquetipos no funcionan, pero es divertido intentarlo

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Roberto Aguirre-Sacasa es mi alma gemela. Si no lo sospechaba ya de antes, sabiendo que era guionista de Glee, Looking y Supergirl, su cómic de Archie ha venido a demostrármelo por completo. Archie meets Glee es, como el propio nombre indica, un crossover entre el universo de Riverdale y el de McKinley High, aderezado con sus buenas dosis de física cuántica y referencias a otros cómics que ya han hecho antes esto de las realidades alternativas, como The Flash.

Tanto la premisa como su desarrollo son prometedores: Dilton Doiley encuentra un portal al universo de Glee a través de la taquilla de Brittany, quien lo confunde con Artie o incluso con un amigo imaginario a ratos. Dilton observa con fascinación el funcionamiento del instituto McKinley, en especial el de su coro "New Directions", y concluye que debe tratarse de un universo alternativo al suyo, pues eso de que se pongan a cantar espontáneamente ante cualquier situación sin que nadie lo cuestione le parece poco razonable; pero un universo no demasiado lejano.

Las similitudes que observa entre los estudiantes de McKinley y Riverdale hacen que prácticamente pueda establecer pares de caracteres con sus correspondencias en cada universo: Archie y Finn, Veronica y Rachel, Betty y Quinn, Reggie y Puck, Artie y él... Pronto se le hace evidente que debe tratarse de un universo musical espejo, pues si bien en Riverdale tienen a "The Archies", la música parece ser algo inherente a McKinley de una forma que a su universo se le escapa.

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Motivado por una imperiosa necesidad de explorar el universo de los "New Directions", Dilton decide cruzar a través del portal, provocando involuntariamente una especie de choque entre ambos universos que intercambia a varios personajes de lugar, dejándolos atrapados en el instituto equivocado. Esto da lugar a divertidas interacciones que crean afinidades entre pares inesperados, como Veronica y Kurt o incluso Puck y Betty, cuyo pseudoromance casi trae el apocalipsis a ambos universos.

Dilton y Artie se engarzan entonces en una serie de misiones fallidas por reparar ambos mundos y devolver a sus habitantes originales a ellos, mezclando dosis de música, vibraciones y física cuántica, e intercalando algunas ideas aportadas por Chuck en su relectura de cómics de un "The Bolt" que resulta sospechosamente parecido a The Flash. No será, sin embargo, hasta que ambos universos aprendan a complementarse (cómo no, en canción) cuando por fin el orden quede reestablecido.

Todo lo que respecta a la trama del cómic, las hipótesis sobre las que se sustenta y su ejecución es satisfactorio y divertido incluso. Las versiones dibujadas de los "New Directions" no chirrían y se mimetizan sin problema con las de Archie. Sólo hay un problema y, para mí, es un pelín gordo: los caracteres de Glee están caricaturizados y literalmente amoldados a las necesidades del cómic.

Puede que en algún universo alternativo a éste Betty y Quinn puedan guardar un "subconsciente común", pero no creo que en el que nos encontramos actualmente sea uno de ellos. Y lo mismo podría decirse de Rachel y Veronica. Han querido establecer un símil entre el triángulo amoroso de Archie, Betty y Veronica y el de Finn, Quinn y Rachel, pero eso no hay por dónde cogerlo. Y no creo que sea culpa de este cómic, sino que más bien se trata de un problema de raíz en Glee.

 
No sé quién es ésta, pero no es Quinn Fabray

Glee nos quiso vender una cosa, y los actores, con sus interpretaciones, matices y químicas varias, nos dieron otra. El mismo Ryan Murphy ha dicho más de una vez que en el momento en que Dianna Agron se metió en la piel de Quinn, el personaje cambió por completo y se volvió más humano. Ni que decir tiene que su romance con Finn nunca tuvo ninguna trascendecia. Quisieron reavivarlo, para meter más drama, en la segunda temporada, pero rozaba lo insípido. Y Quinn nunca fue la chica popular y cruel, no dimensional, que pretendían, gracias a Dios. Ni Betty es tampoco nada de eso. Por lo que, ¿qué tipo de subconsciente común podrían tener? Oh, sí, se me olvidaba: ser rubias y animadoras, y algo desafortunadas en el amor. Lo siento, pero no.

Rachel, por su parte, tampoco es la niña mimada, egoísta y caprichosa que es Veronica. Sí, su caricatura es eso, pero el personaje es mucho más y su evolución a lo largo de la serie la vuelve algo más humilde y generosa gracias a sus amigos.

¿Lo peor de todo esto? Que sólo puede achacársele la culpa a la malísima escritura de Glee. Un día Rachel es un coñazo, al siguiente madura, y al siguiente involuciona de nuevo. Lo mismo podría decirse de Quinn: cuando crees que ha madurado y que por fin ha decidido mandar a la mierda a todos sus fantasmas del pasado, de pronto vuelve con Puck, como si lo necesitara o algo.

En definitiva, el cómic funciona y es divertido, pero en ocasiones da la sensación de que representa los personajes de Glee que originalmente debían tener en mente cuando crearon la serie; no los que resultaron ser, con honradas excepciones como Brittany, Santana o incluso Finn.

En cualquier caso, Archie meets Glee no ha hecho más que devolverme las ganas de ver Riverdale, la nueva serie de Greg Berlanti que cocrea junto a Aguirre-Sacasa y se estrenará en la cadena CW en 2017. Pese a las muy malas críticas que ya he leído del piloto, en las que vaticinan que Riverdale no tiene ni idea de qué tipo de serie quiere ser, me arriesgaré a darle una oportunidad, ya que sospecho que lo que los actores han descrito como un Archie más oscuro, con ciertos toques de Twin Peaks, tal vez pueda tratarse de cierto aire a Stranger Things, que mezcla tonos adultos, adolescentes y buenas dosis de realidades alternativas.

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Soy consciente de lo ingenuo de mi predicción, pero me encantaría que Riverdale fuera todo eso a la vez, sin decantarse por nada: dosis de Looking, Twin Peaks, Glee y The Flash. Por mí, estupendo.

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